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lunes, 5 de diciembre de 2011

Ringo


Mi amigo Daniel dijo hace unos meses que Ringo era el mejor disco del año. Le respondí “Epa!”. Ayer nuevamente Daniel volvió a decir que Ringo es el mejor disco del año. Y esta vez  no le respondí.



Sin embargo, creo que, sin estar muy seguro que Ringo sea el mejor disco del año -generalmente me resultan difíciles esas aseveraciones-, creo que Ringo tiene una de las mejores canciones que escuché en los últimos tiempos: esa que dice Ningún invierno empieza si mantenemos vivo el deseo.

La misma que dice que a esta edad empiezan a incomodarnos las horas. La que jura no tripular más naves incendiadas. La que asegura que ya empezaron a seducirnos las sombras. La que admite que ya están vencidas las drogas.
La que estribilla que ningún invierno empieza hasta que no seas vos quien dé por apagado el sol.

[También Ringo, ese disco que mi amigo Daniel repite que es el mejor del año, tiene unas melodías salvajemente inapropiadas para oídos encarcelados, construye paredes de guitarras filosas que sobrevuelan las canciones, inquieta desde el non-sense que desarrolla ese anti rockstar maduro en años de calzas atigradas o densamente coloridas, tiene la mejor producción de la discografía de Massacre, articula metáforas caramelizadas (se reían de fruta pero eran de mentol), metáforas tecnológicas (obedeciendo al ordenador, qué sumiso sos mi amor), metáforas descuidadas que citan a la nueva generación rocker (no era nuestra intención matar a un policía motorizado, no era nuestra intención ser de mármol y parecer hipnotizados), todo eso con metáforas filosóficas de la experiencia propias de un Hume alquimista y algo descreído (no pruebo nada sin probarlo, científico a medias, místico a la mitad).]


Ringo, un sutil cross al estómago del, a veces, bastante seguido, probablemente, alicaído rock argentino.




Maridajes
Cuándo: cuando dudemos de los inviernos
Dónde: en el centro del deseo
Cómo: en el ring side

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