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El viernes pasado, el asqueroso diario Muy (del basura grupo Clarín) publicó esta tapa que se ve abajo y una nota acerca del flaco.
Un día después, ayer sábado 24, Luis Alberto Spinetta difundió la siguiente carta:
Mi nombre es Luis Alberto Spinetta. Tengo 61 años y soy músico. Desde el mes de Julio sé que tengo cáncer de pulmón. Estoy muy cuidado por una familia amorosa, por los amigos del alma, y por los mejores médicos que tenemos en el país. Ante el aluvión de información inexacta, quiero aclarar públicamente las condiciones de mi estado de salud. Me encuentro muy bien, en pleno tratamiento hacia una curación definitiva. Quiero agradecer a todos por la buena onda que he
recibido, y pedirles que no paniqueen, y no tomen en cuenta las noticias
que han generado los buitres de turno. No tengo ninguna red social, ni Twitter, ni Facebook, etc, por lo tanto todo lo que lean al respecto es falso. Pertenezco a Conduciendo a Conciencia, y les recuerdo que ahora en las fiestas, si van a conducir no deben beber. Gracias. Los quiero mucho. Felices Fiestas. Luis
El tema es uno solo: la noche buena, la natividad de Cristo, los festejos de esta fecha especial, traumática, hermosa y solidariamente consumista.
Arrancamos con una de las bandas del nuevo postpunk-postrock-postpop argentino.
Él mató a un policía motorizado cantando un EP enterito a la fecha, del año 2005, Navidad de reserva y su canción más bonita: El héroe de la navidad.
John Lennon que no llegó a disfrutar la navidad de 1980 por menos de 20 días gracias a la intervención de Mark Chapman, pero que en 1971 editó este single y festejó el final de la guerra abrazado a Yoko.
Canta con el coro infantil de Harlem Happy Xmas (war is over).
Luca Prodan que en el tremendo After Chabón del año 1987 le canta al nacimiento del niño Jesús en varios idiomas en el que sería su útlimo disco editado en vida. Luca tampoco llegó a ver la navidad de ese año por tan sólo 2 días. Noche de paz.
Finalmente, los Divididos que post navidad del 2001 editan el año siguiente Vengo del placard de otro y cantan el horror de la navidad pasada. "Feliz navidad: explotó el pesebre": Villancico del horror.
Cristianos: feliz navidad.
Agnósticos y otras religiones: coman un rico asado con amigos.
Todos: no sean boludos, no tiren petardos y bombas que se me asusta la perra.
Una sección debe arrancar siempre por el comienzo. Y en el comienzo fue el verbo. Pero el verbo estaba basado en alguna estructura, si no no habría verbo. Y esa estructura era algún tipo de alfabeto. Y ese alfabeto empezaría -arbitrariamente- con ABC (quizás, tal vez, ¿quién sabe?).
Los 5 hermanitos Jackson que allá por 1970 editaban un disco (su segundo disco) que se llamaba ABC, igual que la canción que nos convoca.
Lisandro Aristimuño y el comienzo de su cuarto disco, hermoso cuarto disco, del año 2009, que comentaremos en algún momento. ABC abre Las Crónicas del Viento.
Finalmente, Edu Pitufo Lombardo y una bellísima canción amilongada de su disco Rocanrol que, adivinen cómo se llama...
ABC, porque todo alguna vez tiene un comienzo.
Disfruten el debut de esta nueva sección, bell@s lector@s-escuchador@s.
Mi amigo Daniel dijo hace unos meses que Ringo era el mejor disco del año. Le
respondí “Epa!”. Ayer nuevamente Daniel volvió a decir que Ringo es el mejor disco del año. Y esta vez no le respondí.
Sin embargo, creo que, sin estar muy seguro que Ringo sea el mejor disco del año
-generalmente me resultan difíciles esas aseveraciones-, creo que Ringo tiene una de las mejores canciones
que escuché en los últimos tiempos: esa que dice Ningún invierno empieza si mantenemos vivo el deseo.
La misma que dice que a
esta edad empiezan a incomodarnos las horas. La que jura no tripular más naves incendiadas. La
que asegura que ya empezaron a seducirnos
las sombras. La que admite que ya están
vencidas las drogas.
La que estribilla que ningún
invierno empieza hasta que no seas vos quien dé por apagado el sol.
[También Ringo,
ese disco que mi amigo Daniel repite que es el mejor del año, tiene unas
melodías salvajemente inapropiadas para oídos encarcelados, construye paredes
de guitarras filosas que sobrevuelan las canciones, inquieta desde el non-sense
que desarrolla ese anti rockstar maduro en años de calzas atigradas o densamente coloridas, tiene la
mejor producción de la discografía de Massacre, articula metáforas
caramelizadas (se reían de fruta pero
eran de mentol), metáforas tecnológicas (obedeciendo al ordenador, qué sumiso sos mi amor), metáforas
descuidadas que citan a la nueva generación rocker (no era nuestra intención matar a un policía motorizado, no era nuestra
intención ser de mármol y parecer hipnotizados), todo eso con metáforas filosóficas de la experiencia
propias de un Hume alquimista y algo descreído (no pruebo nada sin probarlo, científico a medias, místico a la mitad).]
Ringo, un sutil cross al
estómago del, a veces, bastante seguido, probablemente, alicaído rock argentino.
Ayer por la tarde cargué este disco en el reproductor de mp3
y salí a la calle.
Desde que Gustavo Cerati quedó internado en coma no había
escuchado su voz. Es decir, no había escuchado su voz poniendo la atención en
escuchar su voz. Hace bastante más de un año ya. Quizás había escuchado a Soda
Stereo o sus canciones como solista en alguna radio, en alguna reunión, en
algún momento, en algún lugar. Pero como música de fondo. Nunca como ayer,
nunca detenidamente, nunca adrede.
Ayer por la tarde cargué Amor Amarrillo en el mp3 y salí a la
calle. Escuché la primera canción del disco, la que le da nombre. Escuché la
voz de Gustavo Cerati cantando “un detalle infinito quiero que dure para
siempre”.