Era -creo- el año 2004 o 2005. Cursaba yo una materia dictada por Horacio González. La materia se llamaba Pensamiento político latinoamericano y era, como todas las materias de Horacio González, un cúmulo de pasión y retórica que hacía el deleite de los cursantes. La historia quiso que ese fuera el último cuatrimestre que se cursara esa materia por diferentes cuestiones que no vienen al caso. La materia se despedía, pero un poco también González se estaba despidiendo de las clases porque durante esa cursada había recibido el llamado del entonces presidente Néstor Kirchner quien le ofrecía la vicedirección de la Biblioteca Nacional que -hasta hoy- se transformaría en dirección luego de la partida de Elvio Vitali. La cursada, así, se venía transformando en una suerte de río que llevaba un caudal cada vez más inminente hacia la desembocadura que se avecinaba en las últimas clases y que tornaban más pasionales las clases y ponían un halo de emoción a cada reunión (y a cada post clase en El caminante, cerveza y pizza mediante). Llega el día de la última clase y ese espíritu se había vuelto irrefrenable. González emocionado, algo distraído, nervioso por la situación (y más por la asunción como funcionario) y -extrañamente- bastante torpe en su discurso eran los lugares a los que lo había conducido este final. Lo inesperado lo topa con una sorpresa que lo paraliza: a los minutos de iniciada la última clase entra, hermosa, Liliana Herrero, lo saluda con un simple movimiento de cabeza y con su sonrisa, y se sienta en el primer banco de la primera fila. La sorpresa da por finalizada toda chance de retomar la senda del profesor. Como dos adolescentes enamorados se quedan sin palabras y la emoción los embarga. La clase, esa última, fue la más sentimental y pasional de todas las clases de la materia. Todo gracias a la sorpresa y a la bella locura de Liliana Herrero.
Dicen por ahí que el disco que está por editar Liliana Herrero, Este tiempo, será sorprendente y apasionante. Como casi todo lo que sabe hacer la doña de Villaguay.
Hace 17 años editaba, Isla del Tesoro, un disco en el que aparece en su tapa como una esquimal litoraleña salida de un cuento extraño. Un disco en el que todavía se escucha el acompañamiento Páez que (gracias Fito!) la convenció de grabar estos primeros hermosos discos. Un disco que le otorga una potencia única a varios clásicos del folklore argentino. Y que les impone la marca Herrero. Marca de belleza, pasión y siempre sorpresa.
Escuchen esta versión de Piedra y camino, lectores, y cáiganse de culo. Pero claro, también cierren los ojos y disfruten.
Maridajes
Cuándo: mientras esperamos el nuevo disco
Dónde: en una isla
Cómo: apasionadamente
Liliana Herrero -
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