Volviendo al disco que nos convoca, el tercero de la saga solista del artista calvo, es hasta la fecha en el cual los 3 logros de Solari de los que hablábamos se conjugan más perfectamente.
Si el primero de los discos fue el más profundamente intelectual y el segundo el de canciones más redondas, El perfume de la tempestad es el disco donde el Indio arriesga mucho más, desde lo musical y desnudándose en la lírica (sí, hermética, adjetivo que siempre gustan de atribuirle, pero mucho más introspectiva).
Como siempre, los climas empiezan desde la composición en tonos menores, una marca Solari, pero en este el concepto de la tempestad, de la tormenta, del cielo tronando justicia sobre la tierra de los mortales, es parte fundamental del clima épico, lírico y musical.
Quizás la canción que más refleja la desnudez expresa de Solari, es una canción que a priori aparece como una canción menor, pero es una de las canciones que sintetizan el momento. Submarino Soluble, canción en la que muestra todos sus poros abiertos y expresa su karma fóbico, paranoico, obsesivo, es -parece- una metáfora de todos sus sentimientos. Una letra rara. Rara en el universo de letras raras de Solari. Encierro dentro de un submarino, debajo del mar y la nave que empieza a fallar. Control, la racionalidad humana que le insiste que estar allí, en esa situación, tan solo, tan sólo le puede hacer mal. La densidad agobiante y la duda de si, inclusive en esa situación, realmente estaría más a gusto afuera. Y lo que hay que sufrir en esa hojalata yendo al muere. Aunque a pesar de todo el sufrimiento, el submarino -el mambo- tiene dos salidas ya que es soluble: se disuelve o se resuelve (gracias Majo).
Además del intimismo discursivo este disco arriesga desde lo musical también, no es más de lo mismo, canciones como Satelital, Zzzzzzz…., Black Russian o Una rata muerta entre los geranios (además de, claro, Submarino soluble) son decididamente arriesgadas desde lo musical.
Por otro lado, juega con ventaja quien tiene en sus manos la base Carrizo-Torres y aquellos guitar-heroes y gladiadores de batallas rockers que son Comotto y Benegas. Como siempre, el lugarteniente que cuida las espaldas del capitán del barco es Aramberri (y aporta sus colores tanto como aplaca al disco cuando se ocupa de cubrir el lugar de Carrizo). Y las cuerdas y los bronces dan el retoque final al cuadro de situación. (Les cuento, respecto a ello, algo que si lo pienso me da un poco de vergüenza, pero que sabrán entender: en general me emocionan pequeñas cosas -tontas cosas-, ínfimas, esas que todos o casi todos pasan por alto, denigran o bien tiran a la basura, es así nomás; en particular lo que viene a colación acá es que me emociona casi hasta lo más profundo, y no se rían, che, la nota de la trompeta de Tallarita -una séptima sufrida- con la que termina Vino Mariani, es una observación menor, ya sé, pero el universo está hecho de cosas menores, el resto se lo dejamos a los diarios.)
Hoy, el disco es presentado en esta linda Salta que hoy acoge nuestros pasos, y mientras también disfrutaremos del folklore que emana en esta tierra (aunque hoy el turismo solariano cambia un poco el espíritu de la ciudad), me animo a proyectar que desde esta noche el universo de canciones épicas en los recitales de Solari se agranda: además del pogo universal de Jijiji y de las banderas, fuegos de artificios, y colores de Juguetes Perdidos, hoy se inaugura la era de coros y saltitos rítmicos (que tanto le gustan al cantante) con Vino Mariani, un clásico del futuro.
Disfruten de Caballo Loco, mientras acá en Salta ninguna nube es sospecha.
Maridajes
Cuándo: esta noche
Dónde: en el Padre Martearena
Cómo: surfeando el ojo de la tormenta del pogo más grande de la historia universal
Indio Solari -
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